Desde el momento en que cualquiera de nosotros pensamos en mejorar algún rasgo de nuestra de cara, se pone en marcha un engranaje psicológico que nos hace pasar por una serie de etapas desde que formulamos nuestro deseo hasta que conseguimos los resultados.
En el interior de este deseo, si miramos muy profundamente, siempre perseguimos un lícito aumento de nuestra autoestima, tan necesaria para la salud mental del ser humano, de ahí la gran importancia de los conocimientos en psicología estética facial.
Aumento de la autoestima
En unas ocasiones, este aumento de autoestima se relaciona con la consecución de más atención y amor por parte de los que nos rodean. A todos nos gusta que la persona que hemos elegido para compartir la vida nos vea atractivos y se sienta orgulloso de nuestra imagen, o que nuestros hijos pronuncien la maravillosa frase “mi mama o mi papa es la más guapa o guapo” y todos deseamos que los demás tengan una buena imagen de nosotros.
Imagen personal
En otras ocasiones lo que deseamos es mayor seguridad, sobre todo en el mundo laboral, en el que la competitividad hace que la imagen personal cada vez sea más importante. Coincide que cuando una persona ha adquirido notable experiencia y profesionalmente es más maduro, la edad es más avanzada, por ello es normal que tener un aspecto más fresco y saludable nos de más seguridad a la hora de enfrentarnos al mundo laboral.
También a veces, profesionales brillantes que genéticamente tienen rasgos que transmiten agresividad o tristeza que no concuerdan con su personalidad, desean armonizar su imagen con su interior.
Otras veces nuestro deseo de mejora se relaciona con nuestra autoimagen, con el deseo de verse bien sólo y exclusivamente por uno mismo. Por seguir sintiéndonos vitales, por no tener los rasgos de cansancio o de tristeza que no se corresponden con nuestros sentimientos interiores.
Etapas: aceptación psicológica
Cuando recurrimos a la medicina o la cirugía estética comenzamos un viaje que cumple varias etapas que hay que aceptar psicológicamente:
La decisión de ejecutar un tratamiento
En este momento se pueden presentar varios miedos que debemos vencer si queremos progresar en la decisión.
- Miedo a tomar una decisión sobre una intervención medica o quirúrgica de manera voluntaria
- Miedo a complicaciones durante el procedimiento
- Miedo al dolor durante o después del procedimiento
- Miedo a realizar gastos inapropiados
- Miedo a resultados insatisfactorios
Algunos pacientes pueden sentir todos estos temores, que tendrán que ir venciendo en un ejercicio de insight con ellos mismos, hablando con personas de su confianza y lo que es mas importante, obteniendo toda la información por parte del profesional en cuyas manos se ponga.
En mi opinión este punto es crucial, ya que la información es el mejor antídoto del temor y somos los médicos quienes mejor podemos informar la paciente.
Ansiedad por la espera
Una vez que hemos decidido realizar el tratamiento viene un periodo de ansiedad por la espera. En esta etapa volvemos a plantearnos todas las incertidumbres y deseamos que el tratamiento se realice lo más pronto posible, aunque la decisión está tomada porque la ilusión en este momento ha vencido al miedo.
Realización del procedimiento
En este día y en los sucesivos ocurre la combinación de dos estados, de un lado la disminución de la ansiedad debido a que el procedimiento ya se ha realizado y lo hemos superado satisfactoriamente y por otro lado la tensión del post-tratamiento que está aconteciendo.
Los primeros días tras los tratamientos puede haber algunas molestias y es clave para la tranquilidad del paciente que todas sus dudas estén resueltas y tengan los trucos para enfrentarse al post-tratamiento.
Periodo de recuperación
A partir de aquí comienza el periodo de recuperación. De todos es el que requiere más paciencia, ya que conviven la incertidumbre por el resultado con la impaciencia por ver el mismo. Este periodo, dependiendo del proceso realizado puede llevar de días a meses.
El paciente tiene que tener en cuenta dos cosas:
Su aspecto irá cambiando poco a poco a medida que los tejidos se vayan recuperando. Lo más frecuente es verse cada vez mejor, aunque en muchos procesos puede que el paciente se vea mejor, luego peor y de nuevo muy bien. Esto dependerá del tratamiento en concreto y el médico debe avisar al paciente de cómo será el proceso.
El cerebro del ser humano necesita un mínimo de unos 21 días para adaptarse a una nueva imagen. Con frecuencia confluye que en los 21 días del postoperatorio de un paciente aun los cambios no están establecidos, con lo que hay que contar a partir del día que el cambio se ha hecho más o menos estable.
La clave es el tiempo
Por todo esto los pacientes deben saber que pasará un tiempo hasta que puedan obtener su mayor satisfacción, aunque en la gran mayoría de los casos la satisfacción es muy precoz en el tiempo.
Si en este periodo de recuperación, hubiese alguna complicación, los pacientes deben tener el apoyo del profesional, para poner solución juntos a cualquier contratiempo que pudiese aparecer. Los pacientes deben estar previamente informados de las posibles complicaciones y su solución ya que este hecho permite la disminución de la ansiedad y la colaboración de la persona, lo que multiplica el éxito de las correcciones y de la resolución de los problemas.